Como cada tarde la pantera Bagheera fue al río a saciar su sed, pero ese día estaba destinado a que pasase algo distinto, que cambiaría su rutina.
A la orilla del río había una pequeña embarcación en ruinas, de cuyo interior provenía el lamento de un pequeño humano. Bagheera no quiso dejarlo allí solo, donde podría morir de inanición o ante el apetito voraz de cualquier otro depredador de la jungla, por lo que lo tomó y lo llevó a la manada de lobos que habitaba por allí, para dejarlo a su cuidado.